Entrenamiento personal en artes escénicas
Los hábitos de cada persona son una conducta interesante a observar. Generalmente se construyen de manera inconsciente y son un derivado de la adaptación. Para estar en esta sociedad nos hemos adaptado de la mejor manera posible. Un ingrediente importante en la formación de hábitos es el deseo y la comodidad. El deseo de conseguir algo que consideramos un bien. La comodidad porque cuando ya sabemos hacerlo lo hacemos casi sin pensar, de un modo automático.
La expresión de una persona es algo único y es un hábito. Cada vez que hemos hablado fuimos creando un registro de cómo somos. Y de qué resultados habíamos obtenido. Si fuimos aceptados. Si nuestra palabra fue escuchada y tenida en cuenta. Si tuvimos algún nivel de influencia sobre los demás. Si por el contrario no fuimos escuchados o ignorados o se rieron de nosotros. Si hemos provocado risa puede ser que nos haya gustado y decidimos por eso ser el gracioso del grupo.
Son determinantes en nuestro hábito expresivo las experiencias de la infancia y la adolescencia. También en el seno de nuestra familia.
Detrás de esos hábitos expresivos que consideramos “normales” está nuestra historia de adaptación. Con hábitos expresivos me refiero a la voz, su tonalidad y acentuación, al ritmo del lenguaje, al volumen que usamos. También me refiero a la corporalidad, la posibilidad de mover el cuerpo cuando hablamos dándole a la comunicación un sentido más orgánico abierto a la empatía, lo que hacemos con las manos, adónde miramos, la postura. Y sobre todo me refiero a la actitud a la hora de comunicarnos, ¿intervengo animadamente?, ¿soy más bien de escuchar?, ¿siempre creo que tengo la razón?, ¿la tengo y no sé cómo darme a entender? ¿quiero quedar bien?, ¿no me animo a hablar?, ¿me es más cómodo callarme?, ¿mientras hablo estoy pensando qué me dirán los demás? ¿mientras escucho estoy pensando qué voy a responder?
Todos hábitos que se nos han hecho costumbre y nos son cómodos.
Detrás de la manera de expresarnos y comunicarnos está nuestra manera de pensar, nuestras creencias y nuestra escalas de valores.
Todo esto se puede revisar para que nuestros hábitos expresivos no nos cierren puertas en el presente.
¿De qué manera?
Propongo un entrenamiento personal para hacer una experiencia y ampliar el rango expresivo y comunicacional en el cerebro. ¿Qué significa esto? Nuestro cerebro acude al registro más común, que va quedando como remanente de todas nuestras experiencias, sobre todo las normales, y de allí nuestro estado de ánimo general o más común o habitual.
Es como si una persona pintara solo con dos colores, no por elección sino por desconocimiento. Como si ignorara los demás colores.
Algo así pasa con la mayoría de las personas y su potencial expresivo. Hablan y comunican más o menos de la misma manera porque “son así”, y en realidad es porque se ha convertido en un hábito para ellos y, sobre todo, porque nadie les ayudó a descubrir el potencial de su expresividad.
La expresividad de una persona está muy vinculada al pensamiento y desde la expresividad podemos acceder al pensamiento creativo.
Este es otro objetivo del entrenamiento: aprender a pensar de forma creativa.
El teatro ofrece una gran cantidad de recursos variados para formar la voz, descubrir la corporalidad y, sobre todo, para conseguir estar en situación gestionando la satisfacción de nuestros deseos y de objetivos comunes con otras personas. De ahí sale la gran oportunidad de encontrar socios para construir lo que deseamos.
Estas sesiones personales están pensadas para que cada asistente descubra el potencial expresivo de su voz y de su cuerpo, descubra estrategias para pensar creativamente, para estar en situación con los demás de un modo más favorable.
Es una experiencia fascinante que te invito a descubrir.
Y desde ya muchas gracias a tantas personas con las que hemos compartido la alegría y el poder que estos descubrimientos generan.
