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Caballos

Al poco tiempo de llegar a vivir a Madrid conocí la Fundación Yehudi Menuhin, y observé que era un marco estupendo para continuar trabajando en escuelas públicas, tarea que hice en Mendoza y luego en Buenos Aires.

La Fundación fue creada por el virtuoso violinista a fines de 1998. Su objetivo central es reforzar el área artística en escuelas públicas, integrando a un artista para que coordine las sesiones de artes con los estudiantes.

He pasado por numerosas escuelas y, una vez más, como en Mendoza y Buenos Aires, he conocido esta vez muchos rincones de Madrid y de España, llegando a diferentes colegios para hacer mi tarea.

En general mis sesiones de trabajo comienzan con un ejercicio de concentración-relajación, en círculo en el suelo, niñas y niños intercalados, en la postura de yoga del faquir, con los ojos cerrados. Al principio solo se trata de concentrarse en la respiración y de sentir el cuerpo en esa postura. Luego tratamos de observar el pensamiento y ver, como en una película, cómo pensamos. Después de un minuto de este ejercicio, hacemos una ronda de conversación donde cinco estudiantes, cada vez, comparten su experiencia sobre el ejercicio. Están los que no pueden cerrar los ojos, los que en algún momento abren los ojos, los que hacen algún ruido. Y sobre todo están los que sostienen la postura, cierran los ojos y mantienen el silencio. En la tercera clase ya todos han adquirido este hábito y el silencio que logramos es altamente significativo y sorprendente. Alguna vez la directora abrió la puerta y dijo extrañada y en susurro: “perdonen... es que pensé que no estaban”.

Hace cinco años, en una de las escuelas públicas donde trabajé, en cuarto de primaria, después del ejercicio, en la ronda de conversación, uno de los niños utilizó la palabra caballo de una manera especial. Dijo: “sentí en la tripa y en la mente caballos... de sol”. Le pregunté si le había gustado y dijo que sí. Aproveché la oportunidad para decir que Javier, así se llamaba el niño, había utilizado el lenguaje de forma poética y que era algo que todos podíamos aprender a hacer. Rápidamente otro niño, sin pedir permiso, dijo caballos de hielo; otro, caballos de chocolate, y así sucesivamente cada niña y cada niño fue metiendo una frase con la palabra caballo. Fue una clase especial. Todos lo sentimos. En el aire había una complicidad importante y la alegría de haber descubierto algo.

A la semana siguiente, porque en esos años trabajábamos todas las semanas, cuando llegué me esperaban con el texto escrito. La tutora del grupo, luego en la clase de lengua, le pidió a cada uno que con la fase de cada uno hicieran este texto que me regalaron. Ese es otro de los objetivos de esta modalidad de trabajo que propone la Fundación, que los tutores estén presentes y que aprovechen las motivaciones de la clase para la enseñanza de contenidos curriculares.

Promover la creatividad es siempre un gran regalo. Os lo regalo. Apareció hoy, “casualmente”, y creo que es la mejor manera de inaugurar este blog. [if !supportLineBreakNewLine] [endif]

Los caballos de chocolate los caballos de la muerte los caballos de la diversión los caballos del trueno los caballos de la naturaleza los caballos del vacío los caballos del paisaje los caballos deportistas los caballos de los diamantes los caballos de la noche los caballos de los vegetales los caballos de la imaginación los caballos del amor los caballos de la paz los caballos de la amabilidad los caballos del tiempo los caballos del hielo los caballos de fuego los caballos de las estaciones los caballos de lapislázuli los caballos

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